11/3/10

Metanostalgia



Medio perturbadora la idea que tuvieron los de Mattel de sacar muñecos Barbie de la serie Mad Men. Lo digo porque en esta serie se examinan las convenciones sociales de los años cincuenta y gran parte de su atractivo es generar en el espectador una sensación de extrañeza frente a dichas costumbres. Los roles de género, la sexualidad, el consumo de tabaco y de alcohol son algunos de los ejes centrales de la narración. Esta reconstrucción histórica no pretende idealizar el pasado como una época más simple o que debemos admirar. Por el contrario, asume una posición bastante crítica del pasado que nos obliga a desmitificar su legado. Creo que hace parte de esas series nuevas gringas que buscan salirse de la dinámica de la televisión amiga, ese sistema en donde la audiencia establece una relación familiar con los personajes y sus situaciones. Ahora, la interpretación del contenido se vuelve fundamental pues se generan mundos paralelos más complejos en términos morales y éticos.

Todo esto suena bonito pero con este tipo de productos derivados se hace evidente que lo de televisión-amiga sigue más que vigente. El producto de coleccionista significa que hay un público que pretende habitar la ficción en espacios que no se pueden destapar, es decir, que deben permanecer intactos. Yo asocio ese tipo de actividades con subjetividades colonizadas pero felices que se animan a crear altares de eterna reiteración, de absoluta serialidad estética y moral.

Por eso me extraña la idea de las muñequitas Barbie. Porque esta marca lleva años queriendo convencer al mundo de que sus muñecas no representan un modelo sexista mandado a recoger. Pero con la disculpa del coleccionable logran salir airosos con un producto que materializa sin ningún problema dos mujeres jodidas y dos hombres que las joden. Hace un tiempo, un coleccionista de versiones femeninas de Tarzán comentaba que le parecía extraño visitar compradores de arte original que, con mucho orgullo, exponen piezas que incluyen imágenes que hoy son consideradas, con justa razón, ofensivas contra las mujeres y las razas no blancas. El amigo cuestionaba esta práctica porque si bien se puede tener una lectura crítica de las producciones culturales, el mundo de la nostalgia coleccionable implica reproducir unos imaginarios problemáticos, por decir, asquerosos.

Un buena parte de mi artificialidad está constituida por "piezas de colección" y este tipo de cosas me ponen a pensar. Siento que el momento clave llegó cuando abrí todas mis figuras de Star Wars para que mi primo jugara con ellas. Creo que es sano dejar que las revistas de Jack Kirby sigan siendo objetos para leer por más preciadas que sean.

8/3/10

Awarda


Yo me sorprendí ayer cuando le dieron el Oscar a Mejor película a The Hurt Locker por encima de la recontra comercial Avatar. La elección es interesante porque se trata de una película de bajo presupuesto que sale airosa ante un gigante como James Cameron y todo su andamiaje técnico y comercial. En términos generales me parece importante que los cineastas gringos reconozcan una película que habla sobre la guerra, sobre todo si tenemos en cuenta que la mayoría de medios de ese país le dedican el menor espacio posible al tema. Desde hace años se ha hecho evidente y aterrador que un país tan militarizado no logre captar cinematográficamente sus guerras actuales. Hilando un poco más fino me atrevo a decir que en la lógica del rating la verdad sobre los conflictos bélicos se negocia en términos de lo que sabemos consumir: el éxito y el orgullo nacional, ser los buenos frente a los malos, tener miedo, etc. Pero me desvié del tema.

Muchos auguraban el éxito de Avatar porque, para algunos, plantea el futuro del cine como negocio pues introduce avances tecnológicos que parecen darle una pequeña ventaja en su batalla contra la piratería. Incluso los vendedores de DVDs callejeros aceptan haber pagado la entrada para ver esta historia de pitufos indigenizados. Sin embargo, los Oscars le hacen el guiño a un aspecto más importante del cine, el contenido. Frente a las miles de funciones de Avatar en todo el mundo se contra pone el estreno restringido de The Hurt Locker. El cine como entretenimiento masivo está restringido a las cinco películas de la temporada y tratar de salirse de ese universo implica hacerle la perseguidora al buen cine como si se tratara del santo cáliz. Antes de la nominación, la cinta de Bigelow había sido vista por muy poca gente porque, a pesar de que es excelente, su perfil comercial la iba condenando al olvido. De alguna manera, gana la representante de las historias sin audiencia que pasaron desapercibida el año pasado, como Moon o Sleep Dealer.


1/3/10

Fotos y numerales

Para artificiosos los políticos y en este momento electoral hacen alarde de los secretos de la publicidad para captar incautos a placer. Por eso el recorrido por las calles de la ciudad se mal nutre de un sin número de caras con eslogan, de mensajes rápidos y, supuestamente, efectivos que logran dibujar en la inmediatez (que rima con estupidez) la propuesta al elector. Los candidatos a senado y cámara tienen que estirar sus presupuestos para dar lo "mejor de sí". Y es divertido ver los productos finales.

Hay uno que decidió hacer cara de malo malísimo al mejor de estilo de Destro, como diciendo "si no votas por mí te volteo la mandíbula y si me votas, también". Me divierte pensar en proceso de capturar la foto y la expresión. Seguramente se planeó hacer un estudio que mostrara al candidato como un HOMBRE agresivo y estricto. El resultado es un perfecto de disciplina con permiso para lapidar a los estudiantes.

Otro me llama la atención porque también tiene el problema de la foto. Como que trataron de tomar su mejor ángulo con resultados hilarantes. Unos ojos descentrados, una pose de rock star wannabe y la carita de machito hijo de su mamá. Estos dos ejemplares se miran como para recordarnos que estamos en la política de la subyugación y más que gente afectuosa y accesible, el elector busca padre mandón y su hijo mal encarado.

Feo panorama y feo juego democrático.
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