31/3/09

Wendy and Lucy (2008)


No hay muchas referencias mediáticas masivas que sirvan para explicar cómo es una ciudad pequeña de Estados Unidos de esas que desde los setenta están en peligro de extinción. El suburbio, la escuela, el mall, el pueblito idílico y las capitales económicas son topos que están requete poblados de reflejos artificiales. Pero los espacios que no suelen habitar, o recordar con nostalgia, las poblaciones de consumo triple A parecen estar condenados al olvido. Wendy and Lucy de Kelly Reichardt es una película que transita estos espacios con la fuerza emotiva de una historia sin ketchup que sobresale por lo impecable de su simplicidad. Cuando alguien me pida que le explique cómo es Worcester, esta película será una referencia perfecta para hablar sobre los parqueaderos, la basura y los parajes perdidos del tercer mundo dentro de gringolandia.

Wendy (Michelle Williams) es una mujer joven que queda varada en una ciudad pequeña cuando su carro, que también le sirve de casa, de descompone. Su situación se vuelve todavía más difícil cuando pierde a su perra, Lucy. Ehh... y ya. Esa es básicamente la historia. Lo interesante es que está contada con un naturalismo sin moraleja que se deshace de cualquier tipo de afección emotiva. Reichardt se esfuerza por desterrar cualquier tipo de retórica visual para contar una historia que en manos de un director sin escrúpulos sería el remake de Benji. De alguna manera, el gran acierto de Wendy y Lucy es que está contada sin signos de admiración. Su narración no nos obliga a sentir miedo o a llorar o a sentir compasión así al final terminemos haciéndolo.

El otro ingrediente importante de esta película es que habla sobre espacios donde la crisis económica viene siendo una realidad desde hace décadas. Durante los debates presidenciales gringos se habló mucho sobre Main Street en contraposición a Wall Street pero les faltó hablar sobre los callejones que hay entre las dos, sobre las ciudades de carpas de California o del estado de Washington, sobre los trailerparks o sobre las casas al lado de las vías del tren. Aunque no creo que esta cinta sea parte del retorno del espíritu social del Hollywood de los setenta, siempre es bueno que existan excepciones a la regla del escapismo enfermizo del cine norteamericano especialmente en un momento en el que mucha gente, porque quiere o porque le toca, está pensando sobre estos temas.



Solo espero que los genios que traducen los títulos de las películas para Latinoamérica no les de por decidir que Wendy and Lucy se debe llamar La mascota de la esperanza o El canino del camino.
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