El verano es una época en la que los productos televisivos más variopitos salen a la luz mientras las fórmulas requetecomprobadas de la planilla se toman un descansito. La mayoría de veces se trata de series de televisión que bien merecen quedar en el olvido pero de vez en cuando aparecen propuestas que superan las expectativas. Entonces la única forma de presionar al mundillo de los ejecutivos es recomendar la serie y esperar que a los dueños de la tlevisión les parezca un buen negocio. En esta ocasión se trata de la nueva comedia animada de Mike Judge, The Goode Family. Y como era de esperarse, está buenísima.
Al igual que en Beavis & Butthead y King of the Hill, Jugde hace gala de sus dones de observación para contarnos la vida de otro pequeño sector de la sociedad gringa. Esta vez es el turno de los liberales blancos y su activismo dentro del consumismo. El producto final es un catálogo de tendencias e ideas sobre cómo salvar el planeta y de la forma como cada una eventualmente se desvanece en el universo mental de los hijos del suburbio. Tal vez por el contacto personal que tuve con estos especímenes en mi recorrido por el país del norte, o simplemente porque Judge y su equipo son muy buenos, pero lo cierto es que The Goode Family es una serie que logra reirse de las limitaciones que las buenas intenciones tienen en el mundo en que vivimos de una forma directa y descarnada.
Si King of the Hill era una caricatura de población derechista, sectaria e ignorante que eligió a Bush dos veces, The Goode Family nos muestra el otro lado del espectro. Una familia dispuesta a pagar lo que sea por un huevo con tal de que la caja les asegure que su impacto en el mundo es mínimo o por lo menos siempre bondadoso. Si la ingenuidad del padre de KotH provenía de su fe ciega en los mitos patrios (armas, capitalismo, producción en masa, el suburbio, etc.), los Goode se refugian en el producto alternativo a esos ideales aunque de igual manera sigan reproduciendo dichos elementos.
Espero que esto sea suficiente para llamar su atención, mis queridos colegas artificiales.
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